Chile, tierra y bandera en la poesía
En estas fiestas patrias presentamos una pequeña selección de cántico a la tierra y a la bandera chilena, legado de nuestros grandes poetas.
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TIERRA CHILENA
Danzamos en tierra chilena,
más bella que Lía y Raquel;
la tierra que amasa a los hombres
de labios y pecho sin hiel...
La tierra más verde de huertos,
la tierra más rubia de mies,
la tierra más roja de viñas,
¡qué dulce que roza los pies!
Su polvo hizo nuestras mejillas,
su río hizo nuestro reír,
y besa los pies de la ronda
que la hace cual madre gemir.
Es bella, y por bella queremos
sus pastos de rondas albear;
es libre y por libre deseamos
su rostro de cantos bañar...
Mañana abriremos sus rocas,
la haremos viñedo y pomar;
mañana alzaremos sus pueblos;
¡hoy sólo queremos danzar!
GABRIELA MISTRAL
(1889-1957)
Premio Nobel de Literatura 1945
CÓMO NACEN LAS BANDERAS
Están así hasta hoy nuestras banderas.
El pueblo las bordó con su ternura,
cosió los trapos con su sufrimiento.
Clavó la estrella con su mano ardiente.
Y cortó, de camisa o firmamento,
azul para la estrella de la patria.
El rojo, gota a gota, iba naciendo.
PABLO NERUDA
(1904-1973)
Premio Nobel de Literatura 1971
AL PIE DE LA BANDERA
¡Ciudadanos!
¿Qué nos une en este instante, quién nos llama,
encendidas las pupilas y frenéticas las manos?
¿A qué viene ese clamor que en el aire se derrama
y retumba en el confín?
No es el trueno del cañón,
no es el canto del clarín;
es el épico estandarte, es la espléndida oriflama,
es el patrio pabellón
que halla en cada ciudadano un paladín.
¡Oh bandera!
La querida, la sin mancha, la primera
entre todas las que he visto. ¡Cómo siento resonar,
no en mi oído, sino dentro de mi ardiente corazón,
tu murmullo
que es alerta y es arrullo,
tu murmullo que es consejo en la tertulia del hogar
y que en medio de las balas es rugido de león!
¡Cómo siento que fulgura, con qué ardores,
la gloriosa conjunción de tus colores,
flor de magia, hecha de fuego, de heroísmo, de ideal!
¡La bandera! La soñamos inmortal
con su blanco, con su rojo y con su azul en que descuella
-perla viva y colosal-
esa estrella
arrancada para ella
al océano de luz del cielo austral.
La hemos visto desde niños, la queremos
como amamos a la novia, con supremos
arrebatos, con ternura, con unción.
Ella vive palpitante en las visiones familiares
de los días escolares,
y al mirarla hecha jirones nos parece
que ella grita al desgarrarse porque mece
lo que aún queda en nuestras almas de esperanza, de ilusión.
¡Ciudadanos!
Que no sea la bandera en nuestras manos
ni un ridículo juguete, ni una estúpida amenaza,
ni un hipócrita fetiche, ni una insignia baladí.
Veneramos a la bandera
como al símbolo divino de la raza:
adorémosla con ansia, con pasión, con frenesí,
y no ataje nuestro paso, mina, foso, ni trinchera
cuando oigamos que nos grita la bandera:
“¡Hijos míos! ¡Defendedme! ¡Estoy aquí!”
VICTOR DOMINGO SILVA
(1882-1960)
Premio Nacional de Literatura en 1954
A LA BANDERA
Enseña noble y sagrada
que traes a la memoria
tanto recuerdo de gloria
tanta grandeza pasada:
cuando en ti nuestra mirada
se fija, despierta y crece
nuestro valor y parece
que una racha de heroísmo
bajada del cielo mismo
nuestras almas estremece.
Tu triple color entraña
para el patriótico anhelo
la azul pureza del cielo,
la nieve de la montaña
y la sangre en que se baña
nuestra historia: esos torrentes
de sangre, que los valientes
de otras edades vertieron
cuando la lucha emprendieron
que nos hizo independientes.
Y allí, en tu azul firmamento
derramando su luz franca
sobre la montaña blanca
y sobre el campo sangriento
gloriosa en su aislamiento
siempre pura y siempre bella,
está la querida estrella
que solitaria quedó
porque en su altivez no halló
ningún astro digno de ella.
Símbolo augusto que encierra
el alma de una nación
victorioso pabellón
que tras legendarias guerras,
llevaste a extranjeras tierras
nuestra fama secular...
cuando al viento haces flamear
tus rigurosos colores
entre vivos resplandores
se ve a los héroes pasar.
Tú representas aquello
que con fervor adoramos,
y cuando te contemplamos
desplegándole al destello
del sol, el cuadro más bello
surge ante nuestra mirada,
pues vemos en ti encarnadas
las ambiciones más puras
las más intensas ternuras
y las cosas más amadas.
Pero hay voz que te convierte,
bandera de libertad,
en un signo de crueldad,
en un emblema de muerte...
¡no supo, no comprenderte
ve en ti símbolo de horror!
Tú eres la patria y también
eres el amor, pues quien
dice patria dice amor.
Y ese amor, noble bandera
lo encarnas tú, y es por eso
que cuando flotas al beso
de la brisa pasajera
que en aromas de pradera
te envuelve, el chileno olvida
por ti a la mujer querida
y a la madre venerada,
y puesta en ti la mirada
¡jura por ti dar la vida!
MANUEL MAGALLANES MOURE
(1878-1924)
Poeta y dramaturgo